jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuadernos de crítica de cine (III): no has entendido nada

Hoy he estado en el pase de cierta película de habla hispana. Es una película poco pretenciosa, con un puñado limitado de personajes de los cuales dos son protagonistas absolutos. Es un poco thriller, un poco de intriga, ya sabéis, no se sabe si el malo es malo de verdad, o si hay malo, o si es todo fruto de la imaginación del otro protagonista.

El caso es que tampoco había muchas cabriolas, no se crean. La lógica casi imponía dos o tres finales posibles y cuando todo acaba el misterio se resuelve con un giro bastante esperable, no porque se oliese desde el minuto 30 sino porque tenía mucho sentido y estaba muy bien explicado, con todos los elementos bien puestos y las tramas bien cerradas.

Esperable y sencillo. Muy sencillo. Sencillísimo.

¿Cómo es posible entonces que se lo estuviesen explicando durante 5 minutos a una de las señoras (¿crítica?) que había ido a ver la película? ¿Es posible que haya gente cobrando sin enterarse de qué está viendo?*

*Pregunta retórica.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cuadernos de crítica de cine (II): la voz dormida

Hoy he estado en el pase de una película de sustos y ha ocurrido algo impensable.

La cinta es una de estas modernas, cámara en mano sin que se vea bien al monstruo, pero con muchos ruiditos y ruidazos. En un momento dado, mientras el plano nos muestra a una pareja durmiendo en la cama, empiezan a oírse sonidos extraños. Al principio, tras descartar que sea el fantasma que habita en la casa, parece que uno de los personajes está roncando. Sin embargo el sonido nos llega como en esas canciones pasadas del mono al estéreo en las que la guitarra solo se escucha por el auricular izquierdo y el bajo por el derecho. En este caso los ronquidos solo entraban por mi diestra.

Con "mi diestra" me refiero a un par de butacas más allá, donde dos periodistas se habían sentado, acomodado y, en el caso de una de ellas, dormido.

Su compañera, descojonándose como yo y otro compañero sentado a mi izquierda, la despertó tan en silencio como pudo.

Yo también habría salido de la sala al terminar a toda leche.

lunes, 10 de octubre de 2011

Cuadernos de crítica de cine (I)

Del crítico cinematográfico se tiene una idea preconcebida que no siempre se ajusta a la realidad. Con estos Cuadernos os daréis cuenta de a qué me refiero.

Para empezar, una pequeña situación vivida hoy en el preestreno de una película infantil con el fútbol como telón de fondo. Los protagonistas de la conversación: dos críticos ya maduros. Lo que vamos a aprender hoy es cómo trabaja la gente en su casa antes de asistir a los pases de prensa. El lugar en el que se desarrolla el gag no es otro que la sala de cine, pocos minutos antes de la proyección. Un crítico con gafas y pelo blanco y largo se sienta al lado de un compañero de profesión, sin gafas y sin mucho pelo, que le pregunta:

-¿De qué va esta peli?
-¿Eh?
-¿De qué va esta peli?
-De fútbol.
-¿Eh?
-De fútbol.
-¡Hombre, pues mira! ¡A ver si sale alguno del Atleti!
-Diego Forlán.
-¿Diego Forlán? ¿Forlán? ¡No jodas!
-No jodo, pero sí.

5 minutos más tarde

-Pues entonces ya sé por qué han venido tantas chicas, por Forlán, como está tan cachas...
-Por Antonio Resines, han venido.
-¿Trabaja Resines? Es que no tengo absolutamente ni idea de qué va esta peli.

domingo, 28 de agosto de 2011

El botellón de los guiris, o cómo la ley es diferente para los madrileños y los extranjeros

Después de las vergonzosas imágenes de algunos peregrinos meándose en las fuentes de Madrid tras ponerse como cubas en la calle, donde por ley no está permitido, llega un nuevo capítulo de vicisitud madrileña que incluye la ley del botellón, turistas bebiendo en la calle y madrileñitos de a pie con cara de tontos.

Ayer me tocó despedida: Carmen y Fernando se van de erasmus, a Dinamarca e Inglaterra, respectivamente. Estuvimos tomando algo en un bar del centro y después de recoger a Diego subimos por la calle Montera, de camino a la plaza del Dos de Mayo, para reunirnos con otros amigos.

Cuando llegamos a la placita que hay al final de Montera, donde se cruza con la Gran Vía (allí donde el McDonald's y la parada de metro) me sorprendí al ver a un grupo grande de chavales, de más de veinte personas, bebiendo alcohol en la calle. No eran madrileños: hablaban entre ellos en inglés y tenían vasos de cubata, vasos tamaño mini (cachi o maceta para los no madrileños) llenos de sangría Don Simón y algunos hasta latas de cerveza. Lo que, se supone, es un botellón en toda regla y que desde el año 2002 está totalmente prohibido en toda la Comunidad de Madrid.

En realidad es normal ver gente bebiendo en la calle, siempre y cuando no haya policía cerca, pero es que el elemento que llamó poderosamente mi atención ayer, y que estaba a menos de 20 pasos de los bebedores, no fue otro que la policía municipal. Un coche aparcado con dos agentes a la vera del auto que no miraban hacia la calle Montera, sino hacia Gran Vía. He hecho un pequeño croquis (no os fiéis de Google Maps: la plaza es ahora totalmente peatonal):



La cruz amarilla son los guiris, la roja los municipales.

Ya sabéis que he estado un año de erasmus en Alemania y algunas cosas parecen haber cambiado. Por ejemplo, que ahora los establecimientos de alimentación, los chinos, para los amigos, pueden vender alcohol pasadas las diez de la noche, cosa que hace un año no estaba permitida. Como ya había visto gente con litronas por las calles de Madrid les pregunté a mis amigos si es que algo había cambiado, si la policía se lo tomaba todo con más calma o qué, si ya no se ponen tantas multas... si por ser turista hacen la vista gorda... yo qué sé. Y no, nada de eso, se supone que todo sigue igual. Si bebes en la calle, denuncia.

Entonces, ¿por qué a nuestros amigos turistas, a 10 metros de dos agentes de la ley, no les dijeron ni media por estar bebiendo en la calle pero a ti, gato de toda la vida, nacido en Chamberí, te ponen multa? No solo es que hubiese dos municipales al lado, es que por Montera pasan cada 10 minutos coches de policía, y dos minutos antes de que llegásemos a la plaza ya había bajado uno de la nacional que, por fuerza, tendría que haberles visto.

Se me ocurrió ir a preguntarle a los guiris. "Hola, ¿habláis español?" Contesta solo un chaval "No... un poquito...". No pasa nada, les pregunto en inglés y, previamente, preparo mi cara de tonto, la de no me entero de nada, que no me cuesta mucho. Les pregunto que si se puede beber aquí. "Sí, sí..." ¿No os ha dicho nada la policía? "No... nada, nada". Les pregunto si llevan mucho tiempo de botellón allí y me dicen que no, que unos quince minutos. Nosotros hemos estado cinco en la plaza y el coche de la municipal ya estaba allí. "Vale, gracias, ciao".

Ahora me encamino hacia los policías. Sí, ya, yo qué sé. Me pareció una buena idea. A ver cómo me explican el tema. He de reconocer que primero dejé que los guiris se fuesen. Tampoco es plan de ser un chivato o de putearles sin venir a cuento.

Llegué hasta donde estaban los municipales. "Hola, buenas noches. Tengo una duda sobre la ley anti botellón... ¿se sigue aplicando en Madrid?" Me responde uno de ellos mientras el otro sigue mirando hacia Gran Vía. "Sí, sí, en Madrid, en toda la Comunidad de Madrid". Coloco otra vez mi cara de gili "Ah, es que he visto ahí a unos ingleses bebiendo y no sabía si..." Me mira el agente. Asiente un poco. No dice nada. Insisto, "Nada, que no sabía si..." Ahora sí me responde: "¿Que si se les denuncia? Sí, claro que se les denuncia".

Y así es como me mintieron en mi puta cara.

Volví a la puerta del McDonald's donde me esperaban mis amigos y me fijé en el sitio que habían ocupado los turistas: no habían recogido su basura. Había una bolsa de plástico, una botella vacía de sangría Don Simón y un poquito más de mierda al pie de un arbolillo.

De puta madre, oye.

miércoles, 27 de julio de 2011

Fútbol y Jebi metal, sorpresas te da la vida

Hace ya tiempo que nos echamos unas risas cuando descubrimos que el compositor del himno del club de fútbol femenino de Torrejón era fan de los Manowar:



Y que le molaba el Carry on tela:



Hoy, gracias a una erasmus turca que sufre en invernal verano alemán con un servidor hemos descubierto que el Fenerbahçe es también fan de los Blind Guardian:



Y que sabe de himnos



Yo ya... yo ya no sé.

domingo, 29 de mayo de 2011

La crisis del pepino

Solo quiero dejar claro que no tengo nada que ver, que ya me han preguntado.

miércoles, 6 de abril de 2011

A esto nos dedicamos: Edredón - W3 (videoclip)



Pues ahí lo lleváis. Salgo bastante favorecida y ya es la segunda vez que interpreto a un macarra metehostias; tengo miedo de encasillarme porque en mi próximo proyecto también me enfado, grito y zarandeo a la protagonista.

La dirección y toda la pesca ha corrido a cargo de Agustín Puche con el apoyo de los "actores" que ahí aparecemos. El tema es de Edredón, una banda de Carabanchel amiga de Puche y todo (excepto un par de planos) ha sido rodado en Bochum.

Es solo el principio. Permanezcan a la escucha.

martes, 5 de abril de 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

El drama Erasmus (parte II)



NOTA: El drama es real: la beca Erasmus de la Comunidad de Madrid ha desaparecido este año sin dejar rastro. Antes de venirme para Alemania fui a preguntar en persona a ver si iban a concederlas en algún momento, aunque fuese ya mientras estábamos por aquí, y la amable señorita que me atendió me espetó "essque (con ese de pijilla) no se puede ir de Erasmus contando con la beca". La tocada de huevos es que ¡no respondió a mi pregunta! No me dijo si iban a salir o no, simplemente que se estaba estudiando y luego me saltó a la defensiva con el "haber haorrao". Pues vale, tía. Poco después les mandé como tantos otros erasmus una queja por internet y esa fue su descacharrante respuesta: OMG

Muy rico todo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El drama Erasmus (parte I)

lunes, 7 de marzo de 2011

¿Estamos de erasmus o no estamos de erasmus?

Hay una frase que ha sustituido aquí al típico y cañí "a que no hay cojones". Se trata ni más ni menos de "estamos de erasmus o qué" y sus derivaciones lógicas que como habrán podido imaginar se asemejan a "estamos de erasmus o no estamos de erasmus, copón" y similares.

La sustitución se produjo de forma fluida y sin guerras civiles de por medio; mientras que el “a que no hay cojones” apela a las vísceras del receptor por encima de todo y directamente, el “estamos de erasmus o qué” no solo incluye esta importante faceta, sino que además toca la fibra del adolescente y no tan adolescente posmoderno que se cree para bien o para mal, mucho o poco, después de ver la película del profesor poeta o no lo del Carpe Diem. No hay más que darse un rulo por las procelosas aguas de los grupos de Facebook de erasmus y posterasmus para constatar que el aquí y el ahora cobran un sentido especial cuando sabes que todo tiene un final y este final es mucho más cercano y tangible que el de la vida porque ya sabes cuándo y cómo va a ocurrir hagas lo que hagas. O sea, que si estás cuatro meses en Vladivostok estudiando el primer día sabes que te quedan cuatro meses y que con la calma, que si no le entras hoy a Olga puedes entrarle mañana, pero cuando han pasado las primeras cuatro semanas empieza el acongoje y el acojone de “a ver si al final no me da tiempo a hacerme el tatuaje de la hoz y el martillo con el capitán Vladimir”.

Conmigo la mamarrachada del “a que no hay cojones" nunca ha funcionado. No tiene ningún sentido, por ejemplo, despelotarse a menos diez grados en mitad del bosque nevado en pleno diciembre a dos kilómetros del Círculo Polar Ártico si 1) Olga no te va a ver 2) no es vital para tu supervivencia inmediata 3) no te apetece hacerlo de verdad. Sin embargo el “estamos de erasmus o qué” con esas connotaciones de “me cago en la leche Merche, si es que más a huevo para cumplir lo del 'vive er momento' no lo vas a tener nunca” sí que surte su efecto. De hecho suele ser utilizado en la situación correcta, es decir, no como utilizaron los compañeros de clase de mi exprofesor de historia del arte lo de los cojones, que le montaron una buena al conminarle a zambullirse en el río Guadalquivir tras una loca celebración andaluz-universitaria, sino más bien como punto de inflexión y reflexión cuando se presenta la dicotomia “vale, o hago esta locura o me voy a casa a meterme en el Tuenti”.

Había cojones, los había. Ya no.

Sin ir más lejos el sábado pasado estaba yo en las Internets a eso de las ocho de la tarde cuando me di cuenta de que, qué narices, siendo sábado habría que hacer algo más que vegetar tirado en la confortable cama de mi residencia frente a la pantalla de mi portátil. Por ello me dispuse sin más dilación a interrogar a mis queridos compañeros de experiencia abroad estudiantil sobre el tema. Cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que la mitad de los erasmus se había vuelto a casa para no volver jamás (terminaron su único semestre) y que los que quedaban para el siguiente semestre estaban o bien en su país disfrutando de unas merecidas vacaciones (?) o bien en Köln, Colonia para los hispanoparlantes, celebrando el tan aclamado carnaval alemán con sus respectivas visitas.


Típica cosa sórdida alemana (casi casi pleonasmo, ¿eh?)

¿Todos? ¡No! Una pequeña gala resiste ahora y siempre al invasor. Marion seguía en Bochum tan abandonada a su suerte como yo. Tras diez minutos de “no, ir a Colonia no, es imposible encontrar al resto de erasmus, es muy tarde, está a tomar por saco, hay que pillar el tren...” se nos vino a la mente la arriba mentada frase de aliento, la frase de poder, almighy Thor, y nos dijimos “pero ¡eh! Quien necesita más erasmus, desde cuándo las ocho de la tarde es tarde, desde cuando una hora de ida y otra de vuelta es mucho, qué narices supone pillar el tren si nos sale gratis... somos erasmus o no somos erasmus, copón” y tras comprar algunas bebidas energéticas de venta en grandes superficies envasadas en latas de medio litro (aquí no se andan con chiquitas) y prohibida su distribución a menores de dieciocho años nos dirigimos prestos a la Haupbanhof de Bochum in order to pillar un tren que nos llevase a Köln.

Nota: En el metro me di cuenta de lo anormalmente despistado que puedo ser a veces al percatarme de que me había dejado el ticket gracias al cual nos era posible plantarnos en la ciudad de la Catedral que alberga los restos mortales de los Reyes Magos por la patilla, pero al final fue irrelevante.

Como ya nos imaginábamos lo que nos esperaba en Köln no es que fuese el carnaval de Río de Janeiro pero estaba mucho más cerca de ese que del de Villaconejos D'arriba, provincia indeterminada. La dantesca imagen que se extendía ante nuestros ojos era más propia de una revuelta islámica en primera instacia y de una película de terror postapocalíptico posmoderno prostático cuando te fijabas más de cerca: cientos, miles, millones de humanoides vestidos con las más terroríficas galas que las mentes de Lovecraft y Kafka hubiesen podido imaginar de haber estado interconectadas de algún modo visto en alguna película de cienca ficción de bajo presupuesto pululaban a sus anchas entre gritos, botellas estampándose contra el suelo o contra los labios de sus propietarios mientras la Música del Infierno, el Schlager, se colaba por nuestros tímpanos hasta lo más hondo de nuestro hasta aquel momento cuasi virgen e inmaculado cerebro no sajón. Pero eso no importaba porque nosotros íbamos a nuestra bola más total.


Esto es lo que creen que pasa

Esta es la realidad

Si bien el plan era una locura y teníamos muchos factores en nuestra contra no cabe duda de que nos bastamos los dos solitos para pasarlo bien, tal vez, eso es cierto, with a little help from our friends Krombacher y Fiege, pero eso son menudencias. El caso es que intentamos entrar en una discoteca de esas en las que tienes que hacer cola para que luego un negro 4x4x4 compruebe si las alpargatas que gastas en este momento están homologadas y con el visto bueno de la Convención de Ginebra para poder acceder al selecto, exclusivo y totalmente imprescindible Palacio del Placer Prohibido. El problema es que, a pesar de las gafas de pasta, el pelo corto y las pintas filohipsters de ella y mi cabellos Conanianos y pintas de filometalhead nos dijeron “de que no, de que asín no pasáis pa dentro, que tenís que llevar disfrá”. ¿Caímos derrotados? ¿Nos rendimos? ¡Jamás! Recordando las sabias palabras de “semos erasmus o gallinas” henchidos también bastante a esas alturas con el poder del zumo de cebada elaborado bajo las estrictas leyes de pureza alemana decidimos ir al bar con peor pinta más cercano. Por supuesto acertamos de pleno y así nos evitamos el bochorno de pagar por entrar a un sitio lleno de borrachos cantando Schlager que, por si no lo sabéis, es la prueba de que Alemania no es tan superior al resto del mundo, de que también tiene sus recovecos (recovecazos) oscuros (oscurísimos).

El sitio no era otro que el mismo en el que estuve con Manuel y Chris el suizo meses atrás en una épica noche de la que mejor no escribir nada porque ni la mejor poetisa de veinte años que escribía en Público y que ahora va a dar clases de poesía no sé dónde podría describir los acontecimientos allí ocurridos y los delitos allí perpetrados de la forma que merecen.

El caso es que, como ustedes habrán imaginado si hacen cuentas, hacía ya un tiempo y unas cuantas cervezas que era una necesidad imperiosa, una obligación que teníamos para con nuestras vejigas, descargar eso que ustedes pueden imaginarse. Nos dirigimos pues prestos al servicio, que no era más que un agujero excavado de mala manera en la fría roca, cuando demasiado tarde nos dimos cuenta de que nos habíamos dejado la piragua en casa. ¡Aquello parecía el Aquapark! Tras vadear como pudimos los ríos de agua, cerveza y pis un nuevo obstáculo se presentaba ante nosotros: discernir cuál era el empolvadero de narices de hombres y cuál el de mujeres.

Con lo sencillo que es poner un caballero de los que ya no quedan, sombrero de copa y bastón, en contraposición con una dama de las que ya no quedan, tocada con pamela, vestida de largo y con sombrilla en lugar de cosas modernas, incompresibles para el borracho medio a altas horas de la madrugada, que solo sirven para despistar a las buenas gentes que acuden al var. Que si graffitis indescifrables, que si símbolos sexistas, que si ¡letras! ¡simplemente la primera letra de la palabra Damen und Herren! Como si en España ponen H y M y va el típico gracioso y se mete en la M de macho... ¡así no!

Ahora bien, la palma se la lleva un bareto mandrileño, en concreto de la zona de Tribunal-Malasaña, que haciendo gala de una curiosa imaginación decidió hacer honor a su nombre, Oceans (“el ouceans” para los colegas), y plantar en los meaderos, atención, un pulpo y una almeja. Así dicho puede resultar gracioso, atrevido, diferente y todo lo que ustedes quieran pero imagínense la situación: dos erasmus en Madrid, pongamos una polaca y un checo, aparecen en el centro de la cosmopolita urbe y después de pimplarse la mitad de los productos de exportación típica española en forma de Sangría tiran Fuencarral parriba para seguir con su alcoholica celebración y llegan a la zona de bares, pero en lugar en vez de caer en El Alquimista, Pachá o el Cimmeria dan con sus huesos en el Oceans. Y con una melopea que ríase usted de la de Arrabal (y eso que por los lares de nuestros ficticios personajes le dan bien al pimple, no se crean) tiran para el baño y se encuentran con un puñetero pulpo y una puñetera almeja. Estando sobrios habrían reído o llorado, pero yendo como van se le desencaja la mandíbula, tardan en enfocar, ven como de ambos entran y salen seres con pelo largo y corto (recordemos lo moden-no de la zona) y encogiéndose de hombros se miran, se empiezan a descojonar a mandíbula caída-batiente y se meten en el que les queda más a mano, tal vez los dos juntos dispuestos a todo que ya va siendo hora de meterle La ficha definitiva a Irena. Total, ¿estamos de erasmus o no estamos de erasmus?


miércoles, 5 de enero de 2011

Mi no-novia Laura

Esta es Laura, y contra todo pronóstico, contra toda lógica, contra la voluntad del pueblo... no es mi novia.

Somos amigos desde hace ya una buena pila de años, cuando ella todavía vestía camisetas de Avalanch y yo no sabía lo que era una cuchilla de afeitar. Y nunca hemos salido juntos. No puedo estar seguro de qué pasará en el futuro pero como no sea que uno se haga rico y el otro quiera dar el braguetazo no creo que nuestros caminos se vayan a unir tanto.

Y sin embargo desde que hemos coincidido en la misma facultad el número de personas que nos relaciona emocionalmente (por lo menos) ha subido exponencialmente y ya empieza a ser digno de estudio. Es una cosa insólita, una conclusión a la que mucha gente llega sin vernos juntos más de cinco minutos. Desde chicas de su clase (hola Carolina) que sueltan la bomba a los 30 segundos de estar los tres hablando hasta la típica del amigo que nos ve por la calle y más tarde, cuando ella no está, me da un codazo y me suelta "tu novia, ¿no?". Joder, sí, o mi hermana, por ejemplo.

Hace dos días, por ejemplo: me voy de erasmus, vuelvo en Navidades y el único día que quedo con ella alguien me sale con eso de "Oye, pero ¿esta era tu novia o no?" ¿Qué tenemos, por Dios? ¿Qué aura somos incapaces de ver pero nos relaciona irremediablemente?

No es que seamos inseparables, no es que nos veamos todos los días, no es que demos indicios de tensión sexual no resuelta... no encuentro ninguna razón para que alguien piense que pueda tener algo más con ella y no con cualquier otra chica que conozca. Pero esta duda, este "¿qué está pasando?" lo compartimos entre nosotros y no con el resto del mundo. Porque ya nos faltan dedos de las manos para contar todas las veces que alguien ha dado por normal, natural y lógico nuestra clara y obvia relación de pareja. No es ni siquiera que lo sospechen, es que lo tienen tan visto para sentencia que te lo sueltan sin problema, como constatando un hecho. ¿Cómo es posible que tanta gente lo vea tan claro, tan meridiano? ¿De qué no nos estamos dado cuenta? Al final voy a asustarme de verdad.

martes, 4 de enero de 2011

Una mañana en el Reina Sofía

Ayer me pasé por el museo de arte contemporáneo Reina Sofía, donde han montado una exposición sobre José Val del Omar, cineasta e inventor español contemporáneo de Lorca. He aprendido muchas cosas en tan solo unas horas:

I.- El tiempo no existe.

Las cabecitas pensantes ya sospechaban esto desde hace mucho y ayer puede comprobar y confirmar el hecho. La prueba de ello la encontré en la proyección de una de las películas de Val del Omar cuando la realidad se plegó sobre sí misma y unió los años 50 con el 2011 de esta forma:


Así fue, so it goes, ni más más ni más menos. Aunque puede que ellas no se diesen cuenta, que me resulta difícil de aceptar, durante un breve periodo de (esa cosa que no existe) unas jóvenes modernas amantes del arte y la moda se encontraron cara a cara con sus dobles del pasado, en un blanco y negro que no evitaba trazar el paralelismo obvio. Y yo tan contento, que durante mi estancia en Alemania además del Sol y el cielo azul había olvidado a las moderns españolas y hasta que no las he vuelto a ver no me he dado cuenta de lo mucho que las echaba de menos.

II.- Todos aman los tebeos.

Una sección bastante bien surtidita de 9º arte y que además estaba a reventar de gente me esperaba en la librería del museo y confirmaba otra tendencia que se venía intuyendo. ¿Para qué vas a leer la Biblia si te la puede contar Crumb?. Se agradece, además de la atención que le prestan desde la dirección del museo, que lo llamen cómic y no ninguna cosa rara de graphic novel o algo de eso.



III.- Las ideas locas no funcionan, pero deberían.

Nada más salir del recinto del museo, con el arte todavía empapándome (como el Sol mañanero-invernal, qué gustito!) me encotré con algo digno de Miguel Noguera:

UN TIPO, no? un artista, vale? un artista amateur, que está empezando y pinta sus cuadros en su casa, cuando puede. Él se compra el caballete, el lienzo, las pinturas, y pinta sus cuadros, o lo que sea. LA IDEA de que este tipo, el artista amateur, intente que sus cuadros se expongan en el Reina Sofía... y lo único que se le ocurre para conseguirlo es ir directamente CON EL CUADRO AL MUSEO.

Tal que así:


Volví a casa imaginándomelo queriendo hablar con el responsable y tal, con el cuadro bajo el brazo, ¡que soy un artista!

Y esto es lo que hago de vacaciones en Madrid antes de volver a Alemania. Actualizar el blog. Tranquilamente. Sin prisa, pero sin pausa.