domingo, 28 de agosto de 2011

El botellón de los guiris, o cómo la ley es diferente para los madrileños y los extranjeros

Después de las vergonzosas imágenes de algunos peregrinos meándose en las fuentes de Madrid tras ponerse como cubas en la calle, donde por ley no está permitido, llega un nuevo capítulo de vicisitud madrileña que incluye la ley del botellón, turistas bebiendo en la calle y madrileñitos de a pie con cara de tontos.

Ayer me tocó despedida: Carmen y Fernando se van de erasmus, a Dinamarca e Inglaterra, respectivamente. Estuvimos tomando algo en un bar del centro y después de recoger a Diego subimos por la calle Montera, de camino a la plaza del Dos de Mayo, para reunirnos con otros amigos.

Cuando llegamos a la placita que hay al final de Montera, donde se cruza con la Gran Vía (allí donde el McDonald's y la parada de metro) me sorprendí al ver a un grupo grande de chavales, de más de veinte personas, bebiendo alcohol en la calle. No eran madrileños: hablaban entre ellos en inglés y tenían vasos de cubata, vasos tamaño mini (cachi o maceta para los no madrileños) llenos de sangría Don Simón y algunos hasta latas de cerveza. Lo que, se supone, es un botellón en toda regla y que desde el año 2002 está totalmente prohibido en toda la Comunidad de Madrid.

En realidad es normal ver gente bebiendo en la calle, siempre y cuando no haya policía cerca, pero es que el elemento que llamó poderosamente mi atención ayer, y que estaba a menos de 20 pasos de los bebedores, no fue otro que la policía municipal. Un coche aparcado con dos agentes a la vera del auto que no miraban hacia la calle Montera, sino hacia Gran Vía. He hecho un pequeño croquis (no os fiéis de Google Maps: la plaza es ahora totalmente peatonal):



La cruz amarilla son los guiris, la roja los municipales.

Ya sabéis que he estado un año de erasmus en Alemania y algunas cosas parecen haber cambiado. Por ejemplo, que ahora los establecimientos de alimentación, los chinos, para los amigos, pueden vender alcohol pasadas las diez de la noche, cosa que hace un año no estaba permitida. Como ya había visto gente con litronas por las calles de Madrid les pregunté a mis amigos si es que algo había cambiado, si la policía se lo tomaba todo con más calma o qué, si ya no se ponen tantas multas... si por ser turista hacen la vista gorda... yo qué sé. Y no, nada de eso, se supone que todo sigue igual. Si bebes en la calle, denuncia.

Entonces, ¿por qué a nuestros amigos turistas, a 10 metros de dos agentes de la ley, no les dijeron ni media por estar bebiendo en la calle pero a ti, gato de toda la vida, nacido en Chamberí, te ponen multa? No solo es que hubiese dos municipales al lado, es que por Montera pasan cada 10 minutos coches de policía, y dos minutos antes de que llegásemos a la plaza ya había bajado uno de la nacional que, por fuerza, tendría que haberles visto.

Se me ocurrió ir a preguntarle a los guiris. "Hola, ¿habláis español?" Contesta solo un chaval "No... un poquito...". No pasa nada, les pregunto en inglés y, previamente, preparo mi cara de tonto, la de no me entero de nada, que no me cuesta mucho. Les pregunto que si se puede beber aquí. "Sí, sí..." ¿No os ha dicho nada la policía? "No... nada, nada". Les pregunto si llevan mucho tiempo de botellón allí y me dicen que no, que unos quince minutos. Nosotros hemos estado cinco en la plaza y el coche de la municipal ya estaba allí. "Vale, gracias, ciao".

Ahora me encamino hacia los policías. Sí, ya, yo qué sé. Me pareció una buena idea. A ver cómo me explican el tema. He de reconocer que primero dejé que los guiris se fuesen. Tampoco es plan de ser un chivato o de putearles sin venir a cuento.

Llegué hasta donde estaban los municipales. "Hola, buenas noches. Tengo una duda sobre la ley anti botellón... ¿se sigue aplicando en Madrid?" Me responde uno de ellos mientras el otro sigue mirando hacia Gran Vía. "Sí, sí, en Madrid, en toda la Comunidad de Madrid". Coloco otra vez mi cara de gili "Ah, es que he visto ahí a unos ingleses bebiendo y no sabía si..." Me mira el agente. Asiente un poco. No dice nada. Insisto, "Nada, que no sabía si..." Ahora sí me responde: "¿Que si se les denuncia? Sí, claro que se les denuncia".

Y así es como me mintieron en mi puta cara.

Volví a la puerta del McDonald's donde me esperaban mis amigos y me fijé en el sitio que habían ocupado los turistas: no habían recogido su basura. Había una bolsa de plástico, una botella vacía de sangría Don Simón y un poquito más de mierda al pie de un arbolillo.

De puta madre, oye.