Hoy el Metro de Madrid ha tenido a bien dejarme tirado a siete paradas de casa. Dos horas de retraso por problemas técnicos, decían por megafonía.
Podría haber cambiado de línea, pero me iba a chupar unas veinte paradas con transbordos para llegar a las mil de la tarde a casa. La muerte (de los responsables del Metro) estaba próxima, así que me he armado de valor y he salido de los túneles a encontrarme con la luz del día. Y allí estaba, esperándome. Solo faltaba que se hubiese puesto a llover.
Como nadie sabía indicarme un bus que me dejase cerca de mi barrio he mandado todo y a todos a hacer puñetas y me he ido andando. Entre Diego de León y Goya me he dado cuenta de la cantidad de músicos tocando el acordeón que hay por la zona, y después de esquivar a todos los niños pijos del mundo que salían de clase ("tía, tía, tía, pero es que sí") he llegado al parque del Retiro. Total, ya iba mal de tiempo, mal de fuerzas, de hambre, de ganas y de todo, así que me he metido por allí y lo he atravesado.
El suelo estaba cubierto de hojas y lleno de barro, y me he acordado de un montón de momentos épicos vividos allí, como cuando G. estaba pelando la pava con su novia y, al abrir los ojos tras un apasionado beso, se encontraron con un tipo masturbándose a menos de 20cm de ellos. O cuando la chica con la que había quedado S. le dijo que "me han contado que haces guarrerías..." y él respondió "joder, ¿ya te ha contado Guille lo del pedo que hizo levantarse a toda mi clase?". O el más difícil todavía, cuando a M. estuvieron a punto de detenerle por intento de violación al encontrárselo intentando salir del parque saltando la valla (ya lo habían cerrado) con una chica en brazos en estado de coma etílico que no se tenía en pie por sí sola.
Dejando atrás el Retiro llegué a, más o menos, lo que viene siendo mi barrio. Por suerte para todos no me encontré con nadie de mi antiguo instituto, aunque pasé por delante. Pasé por debajo de la estación de Atocha, como en los viejos tiempos, y de perdidos al río me metí por la calle en la que vivía cuando era pequeño, que es estrecha pero está llena de árboles y siempre me ha gustado.
Una hora y diez minutos después de dejar el metro llegué a mi destino. Por lo menos no hay nubes y aún brilla el Sol.
Hace 1 semana
4 comentarios:
Qué recuerdos¡¡¡¡¡¡xDDDDDDDD
Todo muy emotivo y muy gonito :P
PD:
-Sexo NO, que no estoy preparado.
Yo iba a la universidad, y lo han dicho hasta en el Cercanías, que la línea 6 había reventado.
El metro es el blanco de todos mis males...
En unas de esas "petaciones" de la línea 6 descubrí que para ver la luz desde Cuatro Caminos hay que subir lo menos 6 tramos de escaleras...Nunca Mais
Ese mismo día llegué a clase dos horas después (eso no solo fue el metro, me cogí el autobus C2 en dirección contraria).
Pues eso, que yo también me cago en Espe-calcetín
Mariconadas. Yo me he venido dos veces andando desde Empalme, la primera y más épica saliendo a las 4 de la mañana, pateándome todo Carabanchel para arriba y para abajo, dando varias vueltas sobre mis propios pasos y llegando a casa a las 6.45. Y todavía esto es guay si te sucede en tu ciudad: en Barcelona estuve una hora dando vueltas en un radio de 500 metros del lugar donde me alojaba sin saber encontrarlo, todo esto bajo el chaparrón más épico que he sufrido nunca.
Así que lo siento, pero no me impresiona. Eso sí, aunque ya conocía las anécdotas (y a sus protagonistas), me ha hecho gracia eso de poner iniciales. Estás hecho ya todo un periolistillo, chaval :D
Publicar un comentario